Un simple dedal de costura evoca las tardes en un cuarto de estar. De fondo suena el traqueteo de la máquina de coser y el aire se llena de restos de hilos que bailan alrededor de la lámpara de techo como polillas anestesiadas. Las antenas del televisor sobresalen de la librería compitiendo con los astados que aparecen en la pantalla gris. Solo la voz de Matías Prats logra mostrar el color de la plaza entre puntada y puntada. Un ojo en la aguja y otro en la mesa camilla, donde los niños completan los deberes del colegio mientras se terminan el pan con mantequilla y azúcar.
Era una época en blanco y negro: se hacen arreglos, no hay dinero para todo. Por lo menos el piso lo tienen ya pagado, pero en la cabeza de ella las cuentas no salen para la letra del coche y se mezclan con el bajo de una falda.
En esa habitación transcurre una familia con el olor a verduras hervidas que llega de la cocina. Los niños se quejan y la madre promete dejarles vestir el maniquí con la primera pieza acabada. El futuro pende de un dedal.
Muy tierno y evocador!
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Gracias por pasar por aquí 🙂
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