Día 10: Nunca imaginé que vivir sola me pesaría como lo hace ahora. Ni siquiera los gorriones se posan en la barandilla de mi balcón mustio. La alegría del día me la trae el aplauso de las ocho y hoy ha sido un poco más especial. El vecino de enfrente me miraba, cómplice en la soledad que nos une. Parece muy atractivo, pero no creo que me atreviera a mirarle fuera de esta realidad.
Día 13: Hace un día luminoso, se escucha a los pájaros cantar. Cada tarde mi vecino me sonríe mientras aplaude, como si compartiera su ovación conmigo. Yo le devuelvo la sonrisa, tímida, saltando sobre estos cuatro metros de calle que nos separan. Hoy se ha despedido haciendo un gesto con su mano. La luna se ve clara desde mi ventana.
Día 15: He bajado a la farmacia y allí estaba el vecino simpático. Hemos charlado a través de nuestras mascarillas casi como viejos conocidos con la necesaria distancia de seguridad. Es argentino y tiene unas ojeras que le dan un aire desvalido, pero es más alto y corpulento de lo que parece desde el balcón. Me he alegrado de haberme arreglado un poco para salir. Antes de marcharnos, cada uno por una acera de la calle, me ha pedido el teléfono. A la hora del aplauso me ha lanzado un beso con la mano. Las noches se han vuelto más cálidas.
Día 18: Parece que la primavera quiere atravesar los cristales. Jorge, mi vecino, me envía mensajes y dibujos que hace él en el ordenador. Trabaja desde casa como diseñador gráfico. A la hora de comer me ha llamado; me he puesto nerviosa. Sin embargo, su voz melosa sonaba tranquila y segura. Resulta halagador que alguien se interese por mi vida de nuevo. Después del aplauso hemos tenido nuestra primera videollamada. Dice que le gustaría cenar conmigo.
Día 21: El sol ha salido con fuerza y he decidido cambiar los armarios de temporada. He sacado un vestido de flores y me he pintado los labios. Tengo una cita esta noche con Jorge. Cenaremos cada uno en nuestro balcón, un mismo menú, sentados en la silla de enfrente a través de los teléfonos, bajo las estrellas.
Día 22: ¿Cómo puede alguien hacerte sentir tan especial sin apenas conocerlo? Jorge consiguió que la cena de anoche fuera mágica. La temperatura y la luna se pusieron de su parte y disfrutamos como dos enamorados. Quizás es lo que somos: dos locos enamorados en medio de una pandemia. Hoy hemos estado conectados todo el día, acompañando nuestra rutina diaria hasta el aplauso. Parecía cansado, pero es que ayer terminamos muy tarde.
Día 25: El día ha amanecido gris. Jorge no para de toser y tiene muy mala cara. No tiene fiebre, pero creo que lo dice para no preocuparme. Ha dormido casi toda la tarde y no ha salido al balcón a aplaudir. Me he ofrecido para llevarle la cena: un táper con crema de zanahoria y un beso marcado en la servilleta, que he dejado colgados del pomo de su puerta. Vuelve a refrescar.
Día 27: Jorge ha empeorado. En el 112 dicen que si no tiene dificultad para respirar, mejor que se quede en casa. Las cifras son muy preocupantes y yo no puedo dejar de llorar. No quiere que vaya a verle para no contagiarme, solo puedo llevarle la comida. Contengo un escalofrío mientras le hablo desde el otro lado de la puerta. Su vecina de enfrente ha amenazado con llamar a la policía si vuelve a verme en el rellano. Hoy no he salido a aplaudir.
Día 28: Jorge no contestaba el teléfono esta mañana. He ido a su casa y he golpeado la puerta insistentemente. La vecina ha asomado la cabeza para avisarme de que había llamado a la policía. Han llegado dos agentes y les he explicado la situación. Me han enviado a casa. Desde el balcón he visto cómo se llevaban a Jorge en una ambulancia abrigado por el calor de los aplausos.
Día 30: No sé nada de Jorge. Nadie me da información porque no soy familiar suyo. Tengo el teléfono encima todo el día y no dejo de asomarme al balcón por si hubiera movimiento en su casa. El invierno no quiere cederle el puesto a la primavera aún. Los aplausos se han cancelado por tormenta.
Día 37: He llamado a todos los hospitales sin éxito. No sé dónde está ingresado Jorge ni si continúa luchando. La destemplanza me ha arrastrado hasta la comisaría. Por suerte, el agente que acudió a casa de Jorge se ha apiadado de mí. Después de un par de llamadas me ha informado de que está en la UCI, estable. Mi aplauso hoy ha sido más sonoro y agradecido.
Día 39: Jorge ya respira por sí solo. Escuchar su voz por teléfono me ha hecho entrar en calor de nuevo. Le he pedido que dé mi dirección como su domicilio para cuando salga. Los próximos aplausos los daremos juntos desde mi balcón.
A todo el personal sanitario y a todos los que nos ayudan a pasar este «estado de reposo» con su trabajo.
Precioso relato, me ha emocionado… GRACIAS.
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Mil gracias! Una maravilla poder llegar así 🙂
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Eres especial, sister!
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Anda, anda…
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Hola!
Me encantó tu relato. Por cierto, me encanta tu blog.
Saludos desde
https://mariainwonderlandbook.blogspot.com/
https://mariainmagazine.blogspot.com/
PD: te invito a visitar mis blogs…a comentar y a seguirnos.
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Gracias por entrar en mi pequeño espacio, María
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