He perdido una chaqueta. La llevaba colgada del bolso para abrigarme cuando el frío helador de los aires acondicionados arreciase. Debió resbalarse y no me di cuenta hasta llegar a casa, así que imposible seguirle la pista después de una mañana de recados varios. Era la misma chaqueta que llevaba puesta cuando salí de Madrid rumbo a Singapur con mi pequeña Miss Sunshine de la mano. Salgo con ella en las fotos que tomamos en Barajas, abrazada a mis hermanos, con los ojos llorosos y el corazón arrugado. También aparezco con ella en la foto de llegada al aeropuerto de Changi, donde al fin nos reunimos con mi querido Mr. Good. Tengo cara de cansada, pero me brillan los ojos y las sonrisas de los tres deslumbran más que un flash. A veces le busco sentido a sucesos tontos como éste: si se me rompe una pulsera que me regaló alguien, pienso que es una señal y algo va a ocurrir entre nosotros, aunque sea una simple llamada.
Este año está resultando bastante movido, con muchos problemas de salud alrededor y muchas noticias que nos afectan para bien o para mal. Por eso, de pronto, le doy un significado más profundo a la pérdida de esa chaqueta. Han pasado cuatro años desde que iniciamos nuestra vida en Singapur y siento que a nuestro horizonte le han puesto esquinas. Vivimos tiempos efímeros de obsolescencia programada, de pop-up stores y moda pronta. Ahora soplan aires de cambio en todas partes y a mí me gusta sentir el viento en la cara.
Ya lo decía Jorge Bucay, o Quino, no sé bien, pero todo lo bueno en la vida despeina. Así que, con tanto soplo y tanta ráfaga, andamos con el cabello enmarañado y la resiliencia en plena forma. Además, como no hay mal que por bien no venga, los ojos se nos ponen verdes mirando al futuro y esta tropa de monicacos ha fabricado un columpio con la cuerda floja. Porque, qué queréis que os diga, yo prefiero que la vida sea mi peluquera, que las olas me revuelquen y el sol me seque la piel con tal de que cada mañana pueda sonreír al lado de mi pequeña familia. Ya os contaré qué llega y cómo lo capeamos. Eso será a la vuelta de vacaciones. Mientras, que nos quiten lo «bailao».
Siempre con la resiliencia en plena forma. Me encantó leerte una vez más. Un saludo.
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Muchísimas gracias, qué ilusión 😊
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Van a ser cambios para mejor, seguro ( y si son cerca mejor)
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Ojalá!
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