El paso del tiempo es inexorable, es evidente, pero, ahora que he cumplido un año más, esto empieza a ponerse serio. Los años avanzan como un Godzilla aplastando mis energías y por mucho que los cincuenta sean los nuevos treinta, yo cada vez los temo más y los veo más cerca. Y no es presbicia.
Como un Sísifo cargando cuesta arriba con esta pila de años, noto que me hago físicamente mayor, no sólo porque lo diga el DNI, sino por un montón de detalles que empiezan a tocarme las narices:
- La memoria, que en tiempos fue portentosa y me permitía irme de rositas en épocas de exámenes, empieza a hacerme alguna jugarreta. Ya no sé si es el «amigo alemán» que acecha a mi familia o es ley de vida, pero me cuesta recordar quién me dijo qué y cuándo, o si tenía cita con el médico esta semana o la siguiente. Sin embargo, como una abuela, empiezo a relatar batallitas a mi pequeña Miss Sunshine, porque mi cerebro rescata recuerdos de mi infancia que tenía guardados en lo más recóndito del hipocampo. Pero no me preguntéis qué hice ayer.
- Esto está relacionado con la sensación de vejestorio que tengo en la escuela de mi hija, donde pocas madres superan los cuarenta. Y ahí estoy yo, de abanderada de la maternidad añosa, enfundada en mis mallas de deporte, para integrarme en la juventud reinante, sin importarme un pito lo que piensen. Porque con los años tienes una perspectiva más clara de la importancia de las cosas, y te comes menos la cabeza con algunas tonterías. Sin embargo, con la madurez, me cuesta cada vez más conectar con mi niña interior y hacer un poco el gamberro. Pero tengo la suerte de que el niño de mi querido Mr. Good vive a ras de piel y me reconcilia con ese mundo lejano.
- El ejercicio empieza a ser vital, porque o me pongo en forma o, aparte de ser un bicho
raro entre el común de los mortales, empiezo a no ser capaz de cargar la mochila de mi pequeña Miss Sunshine sin jadear. Recuerdo cuando perdía un par de kilos sólo con controlar un poquito la alimentación. Ahora la cosa se me ha ido de las manos y necesito un régimen de 500 calorías, un plan de ejercicios severo y una voluntad de hierro para lograr perder algún gramo. ¿Dónde quedó la muchacha ágil de musculatura agradecida? ¿Dónde se fueron la cintura estrecha y el culo respingón? ¡¿Dónde?!
- Me estoy acostumbrando a que me llamen señora o a que cuando alguien me ve joven, no me eche menos de cuarenta años, y parezca un cumplido. Pero es que la mediana edad ya me ha rebasado, así que o me encomiendo al bisturí o invierto en contorno de ojos, crema anti arrugas, reafirmante, nutritiva, colágeno, ácido hialurónico y todo lo que consiga dejar en su sitio lo que empieza a descolgarse.
A pesar de todo, lo mejor de cumplir años sigue siendo estar rodeada de amigos con los que celebrarlo, aunque sea en la distancia o no haga mucho que los conoces. Aprendes a querer mejor, a distinguir el amor del bueno del mediocre y a andarte menos por las ramas cuando de te quieros se trata. Y para eso es imprescindible este recorrido vital. ¡Que cumpla muchos más!
Susana somos como los buenos vinos, mejoramos con los años. Que se nos cae un poco la piel, pues ponemos unas pinzitas y listo. Miles de besos
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Ay, es que cada vez pesan más! Un besazo
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…y que yo los vea todos!!! Cómo te entiendo, pero te recuerdo la frase que me dijiste cuando me negaba a cumplir mis 50: si todo va a ser cuesta abajo a partir de ahora, coge un trineo y disfruta de la bajada!!!
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Me recuerdo la frase siempre que pienso en la edad…qué bien te entiendo ahora!
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47 y sigues siendo mi primera niña y esa genética que nos han dado es maravillosa, la edad esta en el interior y es imposible que nadie adivine tu edad, eres maravillosa por fuera y más por dentro. Te amo
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Lo que te quiero, mecachis!
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jajajaja, que identificada me siento…… Con lo joven que nos sentimos de ánimo aunque el cuerpo no nos acompañe y la gente se empeñe en vernos tan mayores que nos traten de señoras y de usted. Pero si seguimos siendo las de antes, seguimos vistiendo y disfrutando de la vida.
Eso sí, gracias a los años, se acabaron las vergüenzas, la «educación» mal entendida que nos hacía ceder y no imponernos. Gracias a esos años, ahora somos capaces de hacer y decir lo que queremos.
Que cumplas muchos más y sigamos compartiendo todos los cumpleaños.
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Somos mejores, Marta…aunque achacosas. Un beso grande 🙂
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