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SI ME VIERA MI MADRE

Que el amor te cambia es un hecho. Que tus costumbres son distintas cuando vives en otro país, no hay duda. Pero que una inepta en la cocina aprenda a manejarse entre fogones, eso es pura fantasía. Aún no le canto a mi querido Mr. Good lo de «siempre que vuelves a casa, me pillas en la cocina», pero ya no le tengo miedo a embadurnarme de harina.

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No es que no me gustara cocinar, es que no sabía qué hacer en esa parte de la casa donde se guardan las sartenes. Mi imaginación era incapaz de cruzar el umbral de la puerta de la cocina y el microondas me parecía la piedra filosofal de la alquimia. La sección de platos precocinados de Carrefour era mi reino y el cénit de mi arte lo alcancé el día que empecé a preparar las papillas (pocas) de mi pequeña Miss Sunshine. Prefería invertir mi sueldo en una eficiente cocinera que adentrarme en la nebulosa de las cacerolas. Eso sí, como invitada era un encanto, porque nada agradecía más que una degustación de platos caseros (cocinados por otros).

Cuando llegué a Singapur, avisé de mi incapacidad culinaria, expuse mi contrastada teoría de «el que plancha, no cocina, y vicecersa», y me relajé pensando que sobreviviríamos con ensaladas, tan adecuadas para este clima. Pero no sé, un rayo de responsabilidad y madurez me atravesó en algún momento y vi la luz. Me vinieron imágenes de vidas pasadas preparando alguna cena en casa, se me apareció Adrià con un halo de nitrógeno líquido, rodeado de un coro de amigas mías que repetían «sólo hay que ponerse», y por fin comencé a creer. He rescatado mi cuaderno de recetas del fondo de una caja de mudanzas y ahora consulto páginas culinarias en el ordenador, donde leo cómo preparar platos muy sencillos para rezagados como yo.

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No es que me haya convertido en toda una chef, pero al menos no mato de hambre a mi pequeña familia, sólo de aburrimiento (lo llevo en los genes). Porque la variedad de mis recetas se reduce a unos quince platos, y como lo de hacer la compra aquí me sigue pareciendo una gymkana, me aventuro lo justo. Oye, pero soy capaz de preparar unas lentejas, unas alubias, unas hamburguesas de verduras, unas albóndigas, un pescado al horno y hasta una paella en «sartén de rabo»(¡va por ti, Ñeñé!). Nada de fritangas y congelados, todo sano. Sobrevivo sin microondas y sufro la diferencia horaria cuando no puedo consultar el tiempo de cocción con mis cocineros de referencia. Pero si me viera mi madre preparar un pisto, no podría estar más orgullosa. Eso sí, no esperéis que os invite a cenar a casa porque yo, la cocina, como el catalán, los practico sólo en la intimidad.

13 comentarios en “SI ME VIERA MI MADRE”

  1. Y menudos quince* platazos!
    – Literally las mejores hamburguesas del mundo
    – El arroz con pollo que mató a la paella
    – Unbelievable ‘lentehas’
    – …

    (*) Yo creo que son bastante más de quince, pero bueno…

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  2. Ole ole y ole y ole………..Querida alma gemela, que te voy a contar que tu no sepas….ya sabes de todas mis dotes y de mis cenas «de calentar y servir» pero lo importante es la intención y el amor que le ponemos y que no tiramos el trapo a la mínima de cambio y sobretodo sobretodo sobretodo IMAGINACION AL PODER ….ea que nos veo abriendo un bar de tapas Pegoti……

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  3. Ayyyy que orgullosa estoy de ti!!!! Quien te ha visto y quién te ve, yo desde luego doy fe de que eres una magnífica invitada pero necesito que algún día me hagas una degustación, sería un placer!!!!! 😍😍😍

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